top of page
Publicar: Blog2_Post

Una madre, una hija y una receta de éxito que trasciende culturas

Actualizado: 26 jul

Una madre, una hija y una receta de éxito que trasciende culturas
Una madre, una hija y una receta de éxito que trasciende culturas

El sueño de una cocina africana en Stuttgart que une generaciones.

Una madre, una hija y una receta de éxito que trasciende culturas.

¿Qué ocurre cuando el amor de una madre y la determinación de una hija se mezclan con especias, tradición y sueños migrantes?



Cuando conocí a Anita: el día que África me encontró en la estación


Recuerdo perfectamente el primer día que conocí a Anita. Estaba paseando por la estación central de Bad Cannstatt, en un día cualquiera, sin sospechar que una chispa ancestral estaba a punto de encender una fiesta inesperada en mis sentidos.


Un exquisito aroma me envolvió de pronto, invadiendo mis fosas nasales y activando mis papilas gustativas. Me detuve. Mis ojos comenzaron a buscar de dónde venía ese aroma tan embriagador. Mi estómago, ya en alerta, empezaba a prepararse para algo delicioso.


Y allí estaba ella.


Una mujer fuerte, concentrada, moviéndose con soltura entre ollas humeantes y especias que perfumaban el aire. Sonreía mientras cocinaba, como si cada plato que preparaba fuera una declaración de amor. Me acerqué, atrapada por la curiosidad y el antojo. Tenía tanto para ofrecer, pero algo me llevó directo a elegir unos pinchos de carne. Estaban sazonados con lo que luego descubrí eran sus especias secretas: un toque mágico que te deja sin palabras y te obliga a cerrar los ojos en cada bocado para saborear todo lo que no se puede explicar con palabras.


Probé un pincho… luego otro… y ya no quise detenerme. Pedí un poco de todo. Cada platillo era una experiencia. Cada sabor, una puerta abierta a una tierra lejana que Anita traía a Alemania desde lo más profundo de su corazón.


El local era pequeño, caluroso, modesto. Pero allí dentro ocurría algo inmenso. Yo no lo sabía aún, pero ese momento marcaría el inicio de una profunda admiración por una mujer que, con sus manos, su fuego y su historia, estaba construyendo un legado. Casa Africa era el nombre de ese local, creado por Anita en tierras Germanas, Antes de casa Africa tenía un restaurante en Böblingen

Que se llamaba Anita Afrikanische Delikatessen pero yo no lo conocí.


Ella una madre inmigrante, una cocinera nata, una emprendedora que había logrado conquistar a una comunidad entera con su pasión y sus sabores africanos.


Desde entonces, mi cariño por ella y por su historia ha crecido. Y con el tiempo, descubrí que en esta travesía no caminaba sola: Tamara, su hija, era parte fundamental del viaje.


La historia de Anita y Tamara no solo huele a ricas especias africanas, también huele a amor, determinación y futuro. Cada vez que compartíamos una comida hecha con tanto corazón, también nos nutríamos del alma de estas mujeres valientes.


Aquella primera vez que entré al local, guiada por un aroma imposible de ignorar, no imaginaba que detrás de esos sabores había mucho más que una cocina exótica. Había una historia tejida con raíces africanas, trabajo compartido y un amor profundo entre madre e hija.


Tamara: estructura, visión y juventud


Con el tiempo, tuve el privilegio de conversar con Tamara, la hija de Anita. Nació en Stuttgart, pero sus raíces vienen de muy lejos: su madre es de Angola y su padre de Mozambique. Creció entre ollas humeantes, olores intensos y una energía que no descansa nunca. Me contó que para ella, la comida es sinónimo de hogar. Ama comer, pero no tanto cocinar. Y es que, después de vivir toda su infancia en una cocina viva, vibrante y llena de emociones, aprendió a disfrutar más del resultado que del proceso.


Tamara acaba de terminar su Abitur, con orientación en psicología y pedagogía, y ya está participando en un programa que refleja perfectamente su espíritu: el Young Entrepreneurs Excellence Program (YEEP). Una beca para jóvenes emprendedores de Baden-Württemberg que promueve ideas con alma y propósito. Cuando me lo contó, entendí que esta joven no solo acompaña a su madre… la impulsa.


En el negocio familiar, Tamara es la estructura que sostiene el vuelo creativo de Anita. Se encarga de las redes, de la organización de talleres, de la planificación de eventos, y también de los aspectos legales y contables.

“Si mi madre tiene una idea, yo la hago posible”, me dijo con una mezcla de humildad y firmeza que me conmovió. Anita cocina con pasión, crea sin parar. Tamara toma esas ideas y les da forma, las convierte en experiencias reales.


La admiración que siente por su madre es palpable:

“Me enseñó disciplina, constancia y buen gusto. Es mi ejemplo de resiliencia y compromiso”, afirma. Y cuando le pregunté si alguien más las acompaña en el proyecto, me respondió que, salvo alguna ayuda ocasional de primos o de su hermano menor, son ellas dos, hombro con hombro, día tras día.


Trabajan en equilibrio. Anita pone el corazón; Tamara, la estructura. Una crea, la otra organiza. Una sueña; la otra concreta. Pero más allá de los roles prácticos, lo que realmente las hace únicas es esa fuerza que nace de su historia compartida, de su identidad y de su misión.

“Juntas creamos algo que va más allá del producto. Compartimos una historia, una cultura, una visión. Somos madre e hija, pero también equipo, raíz y futuro.”



---


Presencia en festivales


May García muestra con orgullo la labor de una madre y una hija que están transformando la escena gastronómica africana con su receta de éxito.
May García muestra con orgullo la labor de una madre y una hija que están transformando la escena gastronómica africana con su receta de éxito.


Además de su trabajo diario, ellas también están muy presentes en festivales y ferias. A través de su asociación Mozangola e.V., organizan eventos culturales como el Palop’s Brasil & Portugal Festival y el AfroLatino Festival en Stuttgart. Son encuentros que ellas mismas han impulsado, inspiradas en esa primera oportunidad que tuvieron cuando les concedieron un estand en el Festival der Kulturen para dar visibilidad a las culturas africanas y afrodescendientes. Son espacios donde se respira alegría, fuerza y comunidad.


También participan en ferias gastronómicas, festivales de comida y eventos comunitarios. Su stand siempre llama la atención, no solo por los aromas que salen de sus ollas, sino por la calidez con la que reciben a cada persona.


Ofrecen una variedad de platos: comidas calientes, opciones veganas, finger food… pero uno de los favoritos es el plato de degustación, que incluye samussa, poff-poff, plátano frito y petit plátanos. También destacan el mengueleke, una espinaca cocinada con urkaschotten, y un delicioso guiso de verduras lleno de sabor.


Y claro, imposible no hablar del famoso dip picante Kahombo. La gente lo prueba una vez y ya está preguntando si puede llevarse un frasco para casa. Es uno de esos sabores que se quedan en la memoria.


Les pregunté qué sienten al ver largas filas esperando su comida. Me respondieron que en el momento están tan concentradas en trabajar rápido y atender bien, que ni lo piensan. Pero cuando todo termina, sienten un orgullo inmenso. Saber que tanta gente espera por sus platos es una señal de que están haciendo las cosas bien, y de que su cocina está despertando interés, respeto y conexión.



Un legado en construcción


Pero el corazón de su proyecto no solo se cocina en festivales.


Me conmovió mucho cuando me contaron que Kahombo no nació solo para vender comida. Nació para contar una historia. Una historia que une continentes, generaciones y sabores. Ellas quieren acercar África a Alemania a través de los sentidos, de la experiencia de comer algo auténtico, lleno de alma.


Su sueño es que la cocina africana tenga un lugar más visible en la sociedad alemana. Que no se vea como algo lejano o raro, sino como parte del paisaje cotidiano. Que los ingredientes, los platos, los sabores africanos estén presentes, reconocidos, valorados.


Cuando les pregunté qué mensaje le darían a otras mujeres migrantes, especialmente a madres e hijas que quieren emprender juntas, me dijeron algo que se me quedó grabado:


“Que no tengan miedo. Que se atrevan. Que se apoyen mutuamente. Emprender da vértigo al principio, pero cuando hay amor, visión y voluntad, se puede.”


También hablaron de la importancia de la comunidad en todo este proceso. Han recibido mucho apoyo, tanto de clientes que siempre vuelven y recomiendan, como de programas como FoodBrücke Accelerator y la beca YEEP, donde han aprendido muchísimo, incluso cuando al principio sentían que no sabían lo suficiente.


Gracias a redes como Startup e.V., accedieron a mentoría, conocimientos y, sobre todo, a personas que creyeron en ellas. Y eso ha sido fundamental.


Ellas mismas lo dicen con una sonrisa:

“Esto también se cocina. Pero se cocina con tiempo, con errores, con aprendizajes… y sobre todo con corazón.”

Si has pensado orgnizar una celebacion tematica Africana Anita es la persona ideal con sunservicio de Caterin y clases de culinaria Afrucana.


Contacto:

Comentarios


bottom of page